SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

Un obstáculo: la pobreza teórica del movimiento obrero.-

 

No estaban de acuerdo las distintas direcciones de los partidos obreros europeos respecto al grado de madurez en el desarrollo capitalista que sería favorable para desencadenar la revolución. Unos pensaban que al llegar a un grado avanzado de desarrollo el propio capitalismo se ciega las salidas y entra en una fase de autodestrucción, que la revolución debía aprovechar para tomar el relevo. Otros pensaban, que dado que la revolución debía ser en todos los países europeos (en realidad, debía ser mundial), mientras que el grado de desarrollo del capitalismo era muy desigual según los países, habría que empezar por el que presentara la mejor situación, y los demás seguirían tras las huellas de este primero.

Con todas estas dudas sobre la mesa, ocurrió lo que ya sabemos. Que en un país de campesinos, donde la industria y por tanto los obreros, eran muy minoritarios, y el capitalismo muy poco desarrollado, se presentaba como el más propicio para que un partido comunista se hiciese por la violencia con la dirección del gobierno.

Aquí no servía ni el grado de madurez ni el consiguiente agotamiento de las propias fuerzas del capitalismo.

Había que improvisar algo que no estaba previsto: montar el comunismo (el socialismo-primera fase) sin pasar previamente por el capitalismo desarrollado. Lenin en más de una ocasión hubo de lamentar la falta de preparación que significaba el hecho de no haber pasado Rusia por un capitalismo maduro como era, por ejemplo, el caso de Inglaterra.

En todo caso, este comunismo, no derivado, no nacido, del agotamiento de las posibilidades del capitalismo, sino de un  intento de hacerlo crecer y arraigarse en unas condiciones distintas de las previstas, no prosperó. Ya hemos visto cómo los rusos y los vecinos que les siguieron en su experimento desistieron de éste.

El otro camino, es decir, el que vendría preparado, allanado, por la existencia de un capitalismo muy avanzado, con una larga práctica que habría demostrado que era un sistema inviable por sus muchas contradicciones, esa vía de acceso al comunismo, no llegó nunca. El capitalismo siguió invadiendo prácticamente todos los sectores de la producción de casi todos los países del mundo, consiguiendo así, hacer desistir a los partidos obreros de sus planes de destruirlo.

Sin embargo, lo que se ha cerrado con estas experiencias históricas es el camino revolucionario hacia el cambio de la relación del obrero con los medios de trabajo y el producto obtenido con su trabajo. O lo que es lo mismo, lo que ha quedado en vía muerta, es el  intento de conseguir ese cambio desde el Estado. Igual da que el Estado haya sido ocupado violentamente o democráticamente.

Eso es lo que la práctica, la experiencia histórica, ha certificado.

Las razones de este estancamiento deben ser muchas, pero aquí nos interesan de una manera muy particular, las razones teóricas. Quiere decir, el deficiente, el pobre conocimiento, que el movimiento obrero de entonces y de ahora tiene sobre la “tortilla” y sobre la “sartén” con la que darle la “vuelta”.

La pobreza teórica del movimiento obrero tiene hondas raíces, por ello se debería escarbar sin descanso. Escarbar, escarbar, y escarbar. Sin compasión, mejor dicho, sin autocompasión. Por las manos de los obreros han pasado todo los objetos materiales que nos permiten seguir viviendo, que nos permiten reproducirnos como grupos humanos. Hay que explicarse, los obreros tienen que explicarse, cómo ha ocurrido, cómo ocurre que ellos no pintan nada en estos grupos humanos en que viven. Peor todavía, sí pintan algo, son los que empujan. Pero nada más. Los que empujan. Sin ellos no se haría nada; pero ellos no dirigen nada, no deciden nada, no controlan nada. Así no nació el mundo. Hay que explicarse lo que ha pasado y una vez comprendido, cambiarlo. Pero quien ha de explicárselo y comprenderlo son los obreros mismos. Y quien ha de cambiarlo, son los mismos obreros. Esto no quiere decir que lo hagan solos; pueden servirse para este fin de todo y todos los que les rodean. Que aprendan de los capitalistas, lo utilizan todo y a todos, para controlarlo todo. Los capitalistas no saben física, ni química, ni matemáticas, ni informática, ni historia, ni filosofía, y sin embargo utilizan todos estos conocimientos; cuando los necesitan los ponen a su servicio.

La pobreza teórica del movimiento obrero tiene mucho que ver con los partidos que normalmente organizan a estos movimientos.

El partido socialista y el partido comunista han sido en nuestro país los dos organizadores, junto con los sindicatos, de lo que se llama el movimiento obrero. Esto, en palabras llanas, quiere decir que grupos de obreros, preocupados por su mala situación, se han reunido, han puesto algunos fondos para alquilar un local donde reunirse y reflexionar sobre las acciones que podrían llevar a cabo para hacer frente a esta situación. Como todas las asociaciones, es decir, reuniones o grupos  que no se juntan para un día, ni para un tiempo corto, sino que pretenden desarrollar una acción a lo largo del tiempo, han debido servirse de órganos para poder funcionar (una persona que realiza los pagos y reciba las aportaciones de los socios, otra persona que representa al grupo cuando haya que tratar con otros grupos o con las autoridades). En resumen, el partido es una asociación de obreros que se organiza para mejor defender sus intereses.

De ese instrumento inicial tan sencillo, se pasa  a la organización mucho más complicada de uno de esos partidos obreros en la actualidad. Los obreros asociados van de vez en cuando por los locales, pero los órganos de dirección y gestión (lo que se conoce como el “aparato”) son los que acaban dando la medida de la capacidad de dirección y arrastre del partido respecto al resto de obreros.

El hecho de que el aparato esté compuesto por cargos retribuidos (es decir, pagados), hace que sean apetecidos por los militantes. Como un número de ellos, de los dirigentes, son elegidos para puestos en el Parlamento o en el Gobierno, o bien son designados para puestos en las instituciones, el partido acaba teniendo pagados (algunos muy bien pagados) a sus propios dirigentes.

Como por cada voto obtenido en las elecciones, y por cada escaño ganado, se recibe de los presupuestos generales del Estado un tanto de dinero. La actividad del partido se convierte también en una actividad profesional remunerada de sus dirigentes.

Todo eso quiere decir, que las preocupaciones más urgentes y más cercanas del partido, es decir, de su dirección, tienen que ver principalmente con esa batalla diaria de las elecciones, pues de ahí es de donde brotan las posibilidades de subsistencia  o de crecimiento del propio partido; al menos de sus fondos económicos.

Ninguno de los dos partidos de los obreros españoles da la sensación de que en su seno haya grupos de trabajadores reflexionando sobre su situación. No hace falta que todo el grupo sea de obreros solos, puede haber algún economista o abogado o sociólogo, pero en todo caso que quien sostenga la reunión sean los obreros.

Y no solo en los partidos españoles ocurre eso, en todos los europeos también. Las reflexiones las llevan a cabo los servicios de estudios, que publican sus propias revistas. En estas ocupaciones, lógicamente no hay obreros (quizá algún antiguo obrero, pero que hoy habla y escribe como sus nuevos colegas); los obreros están trabajando en el tajo o el taller, que es lo suyo; y mientras el servicio de estudios, estudia.

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